J. García Abás

Juana García Abás, (La Habana Vieja, 1950). Escritora, miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, Premio Nacional de Poesía Nicolás Guillén 2006; Premio de Crítica de Artes Guy Pérez Cisneros 2003, del Consejo Nacional de las Artes Plásticas; Premio Centenario de Arthur Rimbaud de Traducción (Alianza Francesa, Embajada de Francia y Ministerio de Cultura de Cuba) y de una larga lista de reconocimientos, ha trabajado como periodista, dramaturga, guionista, crítica de arte, asesora, directora de programas y especialista en mass mediade. Ha asesorado obras de literatura, artes plásticas, teatro, video y cine producidas en Cuba y en el extranjero y cuenta con una extensa obra de poesía.

A continuación sus palabras a la edición de Liber y el trabajo de Fariñas.

Monumento dramático inspirado en una antigua leyenda germánica, Fausto de Johann Wolfgang von Goethe es la síntesis poética de una suma que supera ampliamente la episteme contemporánea del autor. El Fausto goethiano ha devenido, como arquetipo, en paradigma del espíritu alemán. Bajo las numerosas capas de sentido de una textura literaria irónica y con densidad inagotable tras sucesivas hermenéuticas, el Fausto de Goethe fundamenta la deseable virtud de la acción humana ante la intrínseca condición de eterno movimiento y cambio constante, inherente a todo lo que existe: el necesario ejercicio de la voluntad que debiera encaminar al acto cabalmente justo, ese gesto que el poeta concibe como deber fundamental del hombre, obligado a la fragosa superación de sí mismo a través del bien, de la rectitud de actos no solo dirigidos a procurarse sabiduría, sino como necesaria vía al dominio consciente de su poder actuante como noble vehículo transformador del mundo.

En los versos de la tragedia fáustica, Goethe expone la inmanente disyuntiva con que la necesidad de elegir condiciona al quehacer humano, definiendo la actitud del hombre, como ser moral, emplazado constantemente a pronunciarse y actuar tras elegir entre el bien y el mal, enfrentado a los ilimitados vericuetos del incesante cambio intrínseco a la naturaleza, al pensamiento, a la sociedad —y, acaso, hasta a la divinidad—, y al ansia sobrehumana de abarcar lo inabarcable, lo infinito de lo cósmico y de la esencia de lo divino, que tal inmensidad en constante transformación expresaría y que tanto el poeta como el ilustrador de la presente edición abordan sin el maniqueísmo al cual la clásica antípoda suele inclinar.

Con Fausto, Goethe crea un fenómeno cultural que tensa incluso al conocimiento del siglo XXI hasta donde lo hemos recorrido, al expresar en los versos de su magistral tragedia enigmas y problemáticas capitales que aún permanecen sin soluciones ni respuestas. Obra de casi imposible puesta en escena o traslación plástica sin ver reducida la grave encrucijada filosófica que estructura, nos afronta a lo trágico de una circunstancia que nos sobrepasa como entes, reflejada en la concepción existencial del acto en tanto necesidad electiva ante un piélago de enigmas y mutaciones incesantes —acto y circunstancia no siempre en idilio evolutivo—, dilema ubicuo que anega en angustia el ethos goethiano.

La evocación de la trágica complejidad del devenir fáustico es desplegada por el ilustrador mediante imágenes que sugieren un estado de metamorfosis constante, universo que le aproxima metafóricamente a la irónica inversión de la imposibilidad a que alude el verso clave de la obra (—Si llega el instante en que diga:/¡Quédate aún! ¡Eres tan hermoso! ), invocación que manifiesta un deseo tan esencial cuanto condenatorio, pues la realización de ansia tal implicaría el imposible cese de todo cambio (natural, humano o divino), al pretender el cese del decurso cósmico, con lo cual se anularían los actos. Se trata del deseo pecaminoso de asumir la eternidad interrumpiendo el flujo de los cambios, el sine qua non de lo existente —quizá, hasta de Dios y de lo aún no manifestado—; dinámica cósmica necesariamente enfrentada por el hombre a cada instante de su actuar. El otorgamiento del deseo expresado en el ruego, daría paso a la perdición en el pecado capital de pretender negar la acción, deteniendo el movimiento en sí mismo, lo cual es, además, una pretensión maléfica en pos de una condenación que destruyese el bien y, acaso en consecuencia, lograría anular el justo poder de la divinidad sobre el mundo. Es la metáfora del posible extravío del alma de Fausto y su apropiación por Mefistófeles, el drama de la conciencia humana en su íntima confrontación al actuar en pos del bien o del mal. Audaz tarea, la de ilustrar semejante suma expresiva.

Con estilo dinámico y figuración de voluntad miniaturista, el pintor y poeta José Luis Fariñas, desde la acuarela a pincel fino hasta el especular y exquisito arte del grabado gracias a la meticulosa labor editorial de Liber Ediciones, invoca la imaginería goethiana en las figuras a lo largo del sistema de orlas y en el laminado exento, sugiriendo, a partir del propio despliegue de las formas, lo infinito de la epifanía fáustica.

Desplegando secuencias de imágenes ahormantes y espectrales correlatos subsumidos en conjuntos que van transformándose unos en otros sin solución de continuidad, el ilustrador evoca el devenir de las metamorfosis y figura el juego de confrontaciones que en los actos (incluso pensar y expresarse es un proceso activo) derivaría hacia la final reconciliación con la divinidad, expresando con el tejido simbólico la lucha de opuestos y toda la dialéctica de la purificación que estructura el drama fáustico con una sutil heterodoxia paradójicamente asomada tras el criterio místico teologal. El artista ha creado formas simbióticas que en numerosos momentos del discurso plástico sugieren una continua metamorfosis, otorgando así un cuerpo visual propio a la disyuntiva inherente a todo estado actuante, la ineludible crisis del actuar que define la síntesis del paradigma fáustico.

En el Fausto de la edición de Liber Ediciones nos enfrentamos a una alegoría pictórica creada bajo nuevos círculos de iluminación y tiniebla, atendiendo a los más inusitados ángulos de la concentrada luz goethiana. Devoto y confeso deudor —desde la humildad — del magisterio de Dürer, Rembrandt, Brueghel, Mantegna y Goya, el ilustrador expresa su intento de aproximarse a la no menos fáustica pretensión de retener lo inacabable de esa voluntad de revelación, difícil, si no imposible, que la lucha goethiana contiene en sí misma, culminación sin duda alcanzada en el Fausto de Liber Ediciones, en la humana marca de lo posible, ante la magna infinitud del reto.

El Cerro, La Habana, miércoles 11 de noviembre de 2015.